Agradecida (por Lola Díaz)
La primera vez que vine a esta sierra, al principio de los años ochenta, me trajeron mis suegros, Pepe y Reme. Todavía recuerdo que al llegar a las catorce curvas, cerca de la capellanía, me dijo Reme: "mira, desde aquí se ve la aldea"; yo vi dos o tres luces muy tenues. Al llegar a la aldea el alumbrado no ganó mucho y me hice muchas preguntas que luego iré desarrollando. Había que ir a coger agua a la fuente; no había infraestructuras de desagües; el servicio estaba en la cuadra (nunca había entrado en una) con un pozo ciego; un lavabo de los de antes con una jarra con agua para lavarte la cara; ... y me seguí haciendo preguntas.
A la mañana siguiente, con la luz del día, vi mejor el sitio y pensé: ¡qué bonito!, pero, "esta gente ¿de qué vive aquí y en qué condiciones?". He de decir que yo, en mi ignorancia, no pensé que en esa época no hubiera agua en las casas así como determinadas comodidades que en mi vida de la ciudad era cotidiano. Como suegros primerizos, Pepe y Reme se volcaron. Fuimos a la Peña de Alájar, Fuenteheridos, Galaroza, y a algún que otro sitio más. Cada vez que veía lugares nuevos, más bonito me parecía todo.
Luego, en mis visitas más continuadas, empecé a conocer a los residentes de la aldea: Daniel, quien hizo que se desarrollara en mí el amor por los gatos. Siempre tenía gatitos. Mi gata me la dio él, y agradecida por ello infinito. Su huertecito y su casita en la calle Lagar, sus aceitunas metidas en agua de lluvia: "es como mejor se mantienen", decía.
Estaba también Pura, madre de Arsenio, con una pamela celeste como de tul, sentada en el umbral de la puerta de la casa. Y así fui descubriendo a más personas: Fidel y Teodomiro con sus cabras, que las paseaban por la aldea; por las mañanas escuchaba a Teodomiro pararse con Pepe, el marido de Marisa: "po hoy parece que va a hacer buen día", "hoy parece que va a llover". Era nuestro parte meteorológico.
Así sucesivamente empecé a conocer a los habitantes de esta aldea que a mi me pareció tan peculiar: Carmen, Curro, Dolores, Andrea, Isidra, Joselino, Beatriz, Cecilia, Estani, ..., y muchos más. Había personas que ya eran mayores, pero con plenas facultades. Estaban también Vitoria, con su burra, que bajaba casi todos los días por el camino de las huertas a una casa que tenía; su marido Francisco, gran persona, que también disfrutó mucho en la aldea.
Cuando probé los tomates, pepinos y demás hortalizas de aquí, comprobé cuan generosos eran los campos de las huertas: ¡qué regalo de productos!, no tienen parangón con lo que te venden por ahí; tomates rosas dulces, pepinitos suculentos y todo digno de un gran gourmet, y los huevos de las gallinas amarillos intensos, quesos blancos de cabra, suero de la leche, milhojas hechas con calabaza y miel, tomates embotellados, orejones de melocotón, membrillos, ..., y un sinfín de manjares que, como decía Alfredo, todo lo da el campo.
El camino de las huertas era pura actividad. Unos iban, otros venían, y esas huertas estaban preciosas, daba gusto verlas; ¡qué olores y sensaciones se experimentaba! Creo recordar que en este camino de las huertas conocí a Manolo, hermano de Reyes. Manolo sabía mucho de plantas y árboles, y aprendí con él muchas cosas. Me dio plantas para sembrar, un mundo, lilo y rosales; de hecho, todavía las tengo.
Poco a poco todas esas preguntas que me hacía al principio: "¿cómo puede vivir aquí gente?, ¿de qué viven?", el aislamiento que a mí me parecía que había, ..., en fin, que yo creía que mi forma de vivir era la correcta y que aquí era más complicado todo, se invirtió. Yo era la torpe, la incluta en este entorno. Y también descubrí que los que tenían calidad de vida eran los de aquí, que esto daba más satisfacción personal que cualquier otra vida.
Luego conocí también gente que, como yo, venía de fuera por amor a esta tierra, deseando volver siempre que se pudiera.
Ah, había un cura en la iglesia, un hombre con sotana siempre; parecía a veces que tenía mal humor, pero era muy afable y cordial.
Nuestra iglesia fue testigo de comuniones, bodas y bautizos en las que se engalanaba la iglesia y en las que participaban todos los vecinos. Eran días de gala. Todos se arreglaban y por un momento se dejaban los menesteres del campo.
La moraleja de todo esto es que todo el mundo que pasa por tu vida merece todo respeto, siempre se aprende. Que todas las personas, por muy humildes que sean, te enseñan mucho. Que hay que respetar la sabiduría y experiencia de los que nos preceden. Pero, sobre todo, la moraleja es que tenemos que seguir respetándonos, escuchar a los que tienen conocimientos, y enseñar a las nuevas generaciones estos valores. Me siento afortunada de que la vida me haya puesto en este punto del mapa. Agradezco a mis suegros por haberme facilitado todas estas experiencias que intento plasmar con mucha humildad.
Espero que estas generaciones nuevas que vienen a la aldea les llegue el día en el que encuentren sus respuestas como yo encontré las mías. Y nosotros tenemos la responsabilidad de enseñar el camino para que descubran cuan maravilloso es este entorno y que se siga haciendo, dentro de las posibilidades de cada uno, lo necesario para conservarlo, así como los valores que nos dejan las generaciones anteriores. Y desde aquí deseo y espero que todos estos zagalones lleguen un día a disfrutar y ser felices como somos nosotros, respetando y conservando este entorno que tan herido está y que tan generoso es, a pesar de su maltrato.
Siempre agradecida a la vida.
LOLA DÍAZ
Muy bonito tú relato. Te da las gracias una cuca.
ResponderEliminarMuy bonito Lola. Escrito hecho con el corazón que refleja muy bien lo que fué la aldea y lo que tiene que seguir siendo para no perder el embrujo que tiene la Aldea, su entorno y sus gentes.
ResponderEliminarLola precioso lo que has puesto a mi me paso lo mismo me parecio esto otro mundo pero me gustó tanto que mi madre me decía tu eres más de la Aldea que de sevilla pues si Lola gracias por todo lo que has contado que era la realidad para gentes que veníamos de otro lugar gracias
ResponderEliminarPrecioso lola
ResponderEliminarLola, genial artículo- relato de tu llegada y experiencia en esta maravillosa aldea. Coincide en la mayoría de las cosas con lo vivido y experimentado por mí, cuando...hace 31 años, adquirí mi casa. Llegué a la plaza un par de años antes y, allí estaba sentada Pura ,tal y como la describes, con su sombrero forrado de azul. Frené en seco y, charlamos con ella casi una hora... me enamoré!. Allí mismo,sin saber que estábamos sentadas frente a mi futura casa dije en voz alta:
ResponderEliminar" éste es mi sitio, quiero una casa en este mágico lugar" y, mi deseo se cumplió.
Gracias, Lola .
M.J.Liñán
Lola muy bonita tu llegada a la aldea y sobre todo esos sentimientos tan emotivos
ResponderEliminarGracias por compartirlos