La aldea de Navahermosa en memoria a D. Emilio Beneyto Martín
La aldea de Navahermosa en memoria a D. Emilio Beneyto Martín
Don Emilio Beneyto Martín, sacerdote, nació en Galaroza, en la calle Alcantarilla (ahora Andalucía), el 27 de septiembre de 1912 a las cuatro de la tarde.
Su padre, Miguel, fue herrero. De joven trabajó en una fragua, propiedad de la familia, situada en la primera casa de la acera de la derecha de la calle Martínez Chaparro, en el edificio que fue Caja Rural. Después fue camarero hasta que murió en el año 1936 afectado de ascitis. Su madre, Rafaela, fue ama de casa hasta quedarse viuda, que pasó a regentar una pequeña taberna en la misma calle Alcantarilla, pues tuvo que asumir la gran responsabilidad de criar y educar a sus cuatro hijos (un varón y tres hembras).
Don Emilio de niño asistió a la escuela de D. Manuel Arellano, que estaba situada en la enorme habitación que la iglesia parroquial poseía en su porche. Estuvo sólo unos años en esta escuela pues, siendo aún preadolescente, ingresó en el seminario de Sevilla.
Con 28 años recibió en la misma ciudad la sagrada orden del subdiaconado, concretamente el 21 de diciembre de 1940. Justo un año después, el 20 de diciembre de 1941, fue consagrado sacerdote por el famoso Cardenal Segura cuando éste ocupaba el cargo de Arzobispo de Sevilla.
El 26 de diciembre de ese mismo año cantó su primera misa en la Iglesia Parroquial de su pueblo, Galaroza, siendo apadrinado por Dª María Antonia Muñiz, viuda del médico local D. Emeterio Rey, y su hijo Emeterio, así como por el político sevillano D. Eugenio Asián Pérez y los hermanos Manuel y Antonio Márquez Sánchez.
Don Emilio tenía una fuerte personalidad, una gran inteligencia y una fe religiosa muy profunda. Desde el principio de su ministerio se distinguió por su facilidad en la oratoria, una forma de hablar sencilla, reposada, sin aspavientos, con un lenguaje comprensible para todos, que llenaba de emoción a sus oyentes. Tanto es así que en las misas concelebradas, en las que se encontraban sacerdotes de mayor antigüedad e incluso prelados, siempre les cedían las homilías, en un acto claro de reconocimiento de la valía de su elocuencia. Incluso en una misa en Sevilla, celebrada por el Cardenal Enrique Tarancón, Primado de España, tras la lectura del Evangelio, éste se dirigió a don Emilio con una sonrisa y estas palabras: “… hable usted, que a mí se me haría cuesta arriba”.
Don Emilio Beneyto disfrutaba además de una vastísima cultura humanística, sobresaliendo en teología (por supuesto), filosofía, historia e historia del arte. También poseía dilatados conocimientos de arquitectura, tanto en su aspecto teórico como en el práctico.
En el tiempo que estuvo ejerciendo su ministerio en Sevilla, antes de adquirir el grado de párroco, precisamente su valía intelectual y humana hizo que fuera nombrado, primero, Superior del Seminario y, después, Deán de la Catedral (canónigo que preside el Cabildo Catedralicio).
Pero su vocación iba por otro camino. No le gustaban los cargos importantes sino más bien aquellos que le acercaban a los hombres y mujeres de a pie. Por ello solicitó su relevo en el cargo de Deán de la Catedral y pidió una parroquia.
Comenzó su vida de párroco en Zalamea la Real. Después le dieron la parroquia de La Nava, aunque en este bonito pueblo serrano estuvo muy poco tiempo. Sanlúcar de Barrameda fue su siguiente destino. En este pueblo gaditano tuvo la oportunidad de hacerse un buen caballista y de conocer profundamente toda la parafernalia de la Romería del Rocío, de la que se hizo un admirador sin paliativos.
Vuelve de nuevo a la provincia de Huelva, a la parroquia de La Puebla de Guzmán. Y después se le confiaría la parroquia de Aljaraque. Allí ejerció su apostolado durante bastantes años. Siempre, don Emilio, vivió acompañado por su madre y uno o varios familiares más que podían ser hermanas o sobrinos/as.
Don Emilio era un enamorado de la Virgen y de las romerías en su honor. Siendo párroco de Aljaraque, se creó en dicha población la Romería de la Virgen de los Remedios. Por otra parte, siempre demostró un cariño muy especial por las Pastoras. Tal vez porque era un enamorado de la Virgen del Rocío a cuya romería no falta nunca mientras pudo montar a caballo y, naturalmente, disponía de la invitación de alguna Hermandad. Tal vez esta inclinación le inspiró a proponer a los Hermanos aljaraqueños que la Santísima Virgen de los Remedios fuese vestida con los atuendos propios de una Virgen Pastora. La idea cuajó rápidamente y, desde la primera romería, fue llevada al campo con su imagen dotada con las prendas características: la pellica, el báculo y el amplio sombrero.
Al cabo de algunos años, el Obispo Cantero Cuadrado se lo llevó a la fuerza a Huelva como primer párroco de la Iglesia de San Sebastián, cuando aún estaba construyéndose. Tras su permanencia en la capital, se le entregó la rica parroquia de Trigueros.
Y, por fin, llegó a Galaroza, su último destino, donde sustituyó a D. Juan Tocino, párroco muy querido por los jóvenes. Regentando espiritualmente las iglesias de Galaroza, Navahermosa y Las Chinas trascurrieron muchos años. En nuestra aldea de Navahermosa ocupó el puesto de párroco desde el 2 de noviembre de 1945 hasta el 15 de octubre de 1950.
En la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, al haber quedado totalmente despojada de sus bienes, don Emilio movió todos los hilos posibles para reconstruir su interior. Desde Carmona hizo traer la sagrada imagen de San José, la más antigua que hay actualmente en la parroquia. La imagen de la Patrona, la Virgen del Rosario, fue tallada por su amigo José Ribera García, tras habérselo pedido él mismo.
Según la tradición oral, la imagen de la Virgen del Carmen fue traída desde un convento de Sevilla también gracias a su mediación y restaurada por José Ribera García.
Se le pidió también que mediara para la realización de una imagen dolorosa, la Virgen de los Dolores, hecha por José Ribera García en el año 1948.
Medió también con el escultor José López Egreja para la ejecución de la talla de San Antonio, hoy situada a la izquierda de la Virgen del Rosario.
De la capilla que poseía en su casa donó a nuestra iglesia la imagen del Cristo Crucificado.
Su indiscutible talento para la cocina y sus muchas amistades hicieron que los fines de semana su casa estuviera siempre llena de amigos que, aparte de recrearse en su culta y amenísima conversación, se relamían en el gozo de las viandas ofrecidas.
Como colofón de su vida y obras no se puede pasar por alto su amor por la Virgen del Carmen de Galaroza, cuya novena predicó en innumerables ocasiones y cuyas procesiones eran de su total agrado. Es más, a la primera de las tres que se efectuaban al año le puso el andaluz nombre de “la bajá”, apelativo que se hizo famoso entre los cachoneros.
Mientras fue un hombre fornido, durante los veranos se levantaba al ser de día y, a pie, por los antiguos caminos, le gustaba llegar a Navahermosa, pasando por la aldea de Las Cañadas. Otros días, cruzando la Sierra del Oso (de los Riscos Altos), llegaba hasta La Nava. Su gusto por la naturaleza era una constante en su vida.
A escasas semanas de cumplir los 80 años, murió en el verano de 1992.
La Asociación Navahermosa Viva Participa agradece a Emilio Rodríguez Beneyto, sobrino de don Emilio, la aportación de la biografía de su tío para poder llevar a cabo esta publicación.
Qué interesante. Me gustaría saber también sobre otras personas que han tenido relación con la aldea. un placer.
ResponderEliminarEstupendo y sobre todo muy interesante, muchas gracias por informarnos de estas personas q han estado en navahermosa y el bien q han hecho por la aldea
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